Por Fernanda Parra Leiva, Psicóloga, Licenciada en Psicología, Directora de proyecto Familias de Acogida Especializada FAE PRO OASIS IQUIQUE de Fundación Tierra de Esperanza.
Cuando nos referimos a la polivictimización no hacemos otra cosa que hacer mención al fenómeno de vivenciar múltiples experiencias de victimización en diferentes episodios, acumuladas durante la vida.
El concepto –a propósito de la experiencia adquirida en el Encuentro Científico Internacional: Prácticas de conocimiento en contexto de intervención para la infancia y adolescencia organizado por FTDE- resulta novedoso en su uso como tal, para los y las que “hacemos práctica la ciencia”. Para quienes nos desempeñamos como interventores en contextos de grave vulnerabilidad y vulneración social de niños, niñas, adolescentes, jóvenes y sus familias no nos es ajeno observar que mientras más complicado o dificultoso es el escenario actual de un caso, más elementos pasados han aportado en la conformación del mismo (y en esto incluyo de igual manera una larga historia de intervención institucional muchas veces iatrogénica).
Sin embargo, algo ocurre –nos ocurre- que fragmentamos la integralidad del ser dependiendo de cuál es la problemática y su correspondiente síntoma para abordar, concentrando toda nuestra atención en el aquí y ahora, en ausencia de una mirada comprensiva e integrada –que poco y nada además favorece el sistema actual en ausencia de una política integral de protección de derechos de la infancia-.
Es decir –y a modo de poder ejemplificar-, la frase “todo tiempo pasado fue mejor” en este contexto a mi parecer se transforma en un analgésico para la intervención. Creo que como el panorama de hoy en día se nos presenta más complejo en términos de bienestar psicosocial –sin dejar fuera la especificidad de nuestros cargos en uno u otro programa “especializado” en la atención de NNA de acuerdo a nuestro actual sistema de protección a la infancia y adolescencia-, pareciera ser que lo anterior no cuenta; que es un capitulo pasado como una historia contenida en un libro viejo que concluimos, cerramos y guardamos para empolvarse mientras leemos otro y resolvemos que hacer con él en la medida de que vamos leyendo sus hojas, clasificando o desclasificando volúmenes o tomos y ni mencionar los jóvenes que actualmente se encuentran cumpliendo algún tipo de sanción penal.
Me refugio y reconforto pensando en la idea de que, contar con la comprensión e internalización de este nuevo concepto nos puede permitir a todos y a todas cambiarnos las gafas de nuestras –hasta ahora- tradicionales lecturas. Conocer e incorporar el concepto de polivíctima debiese al menos facilitarnos la acción de des etiquetar a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes o “sacarles de las cajitas” designadas para tal o cual victimización; sea esta por parte de sus cuidadores (en el caso del maltrato físico y emocional o la negligencia parental); sea victimización sexual (abuso o explotación); victimización entre iguales (en el caso del bullying o el ciberbullying); o la victimización electrónica (considerando el desarrollo tecnológico de nuestra época); además de otras victimizaciones comunes de las cuales todos y todas podemos ser víctimas; para entonces poder vernos de manera integral y no atomizada.
Se trata de mirar cada una de las piezas integradas y conectadas un todo: ninguna de ellas por separada nos permite comprender que un puzle al fin y al cabo es una imagen en un cuadro completo.